En su intervención - que siempre crea revuelo- en la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, el metropolita Hilarión, del Patriarcado de Moscú, ha hablado de los los grandes desafíos para e mundo cristiano en la actualidad, que ha identificado con el secularismo militante y el islamismo radical. El secularismo militante, "atenta no solo contra los santuarios y símbolos religiosos, reclamando su eliminación del espacio público. Una de las principales direcciones de su actividad es la destrucción deliberada de los conceptos tradicionales del matrimonio y la familia". Según el metropolita, la enseñanza de la Biblia, que es común a todas las Iglesias, es muy clara en esto y no permite interpretaciones que la tergiversen. Algunas Iglesias con su ambigüedad sobre el tema de la homosexualidad y el pecado han cedido a presiones secularizadoras que hacen que el CMI corra e riesgo de perder su vocación profética. En su intervención, Hilarió también ha hablado de la necesaria solidaridad efectiva que debemos tener con los cristianos que sufren persecución por parte del islamismo radical.
Discurso completo del metropolita Hilarión:
La voz de la Iglesia debe ser profética
DISCURSO
del
Presidente del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas
del
Patriarcado de Moscú, el Metropolitano Hilarión de Volokolamsk
en
la Asamblea General del Consejo Mundial de Iglesias
(Busan,
República de Corea, 1 de noviembre de 2013)
¡Sus Santidades y Beatitudes,
Sus Eminencias y Excelencias,
queridos padres, hermanos y
hermanas,
distinguidos delegados de la
Asamblea !
El Consejo Mundial de Iglesias tiene una larga y
rica historia. Fundado poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, el
Consejo correspondió a las aspiraciones de los cristianos de diferentes
denominaciones que querían reunirse, hacerse conocidos y trabajar juntos.
Durante los 65 años de la existencia del CMI, varias generaciones de
cristianos, que pertenecen a las comunidades previamente aisladas unas de
otras, han conocido la fe y la vida de sus hermanos y hermanas en Cristo. Se
han superado muchos prejuicios sobre otras tradiciones cristianas, pero al
mismo tiempo se ha dado cuenta más claramente y profundamente de lo que aún
divide a los cristianos. El principal logro del Consejo era el mismo encuentro,
diálogo amistoso y mutuamente respetuoso entre cristianos que no sugería ningún
tipo de compromiso en el campo de la teología y la ética, que nos permitía ser
nosotros mismos, dar testimonio de su fe, pero al mismo tiempo crecer en el
amor unos a otros.
El Consejo Mundial de Iglesias hoy en día sigue
siendo una herramienta excepcional para la cooperación inter-cristiana, única
en el mundo. Pero no está clara la eficacia de esta herramienta. Es lamentable
observar que, a pesar de todos los esfuerzos para el acercamiento entre
cristianos de diferentes denominaciones, en el cristianismo universal no sólo
no desaparecen las separaciones que ocurrieron en el pasado, sino que además
aparecen otros nuevos. Muchas comunidades cristianas siguen fragmentándose,
mientras que el número de las comunidades reunificadas es extremadamente
pequeño.
Uno de los retos que enfrenta el CMI tiene carácter
financiero. Se cree que está relacionado con la crisis económica global. No
estoy de acuerdo con esa opinión. La experiencia de otras organizaciones
internacionales, cuyas actividades son de interés general y por eso están
vigentes, muestra que es posible encontrar financiamiento para los buenos
oficios. Así que la situación depende no sólo de la crisis económica, sino
también de la relevancia y el valor de la labor del CMI para la actual
comunidad universal de naciones, en la que la mayoría significativa y a veces
abrumadora son cristianos.
La creación del CMI fue motivada por el deseo de
encontrar una respuesta a los desafíos de la posguerra. Pero con los años el
mundo se ha cambiado mucho, y hoy en día los cristianos de todo el mundo enfrentan
nuevos desafíos. Justamente de nuestra exitosa respuesta a ellos depende la
vigencia de esta organización en el futuro. La situación actual requiere
acciones más decisivas, una mayor cohesión y mayor dinamismo. Pero ella
requiere también la reorientación de las principales áreas de nuestro trabajo,
el cambio de prioridades en los debates y actividades. Mientras seguimos
discutiendo nuestras diferencias en el ambiente acogedor de conferencias y
diálogos teológicos, suena cada vez más aguda la pregunta, ¿si va a sobrevivir
la civilización cristiana?
En esta intervención me gustaría centrarme en dos
retos principales que hoy enfrenta todo el mundo cristiano. El primero es secularismo
militante que está ganando fuerza en tan llamados países desarrollados,
especialmente en Europa y América. El segundo es islamismo radical que pone en
peligro la misma existencia del cristianismo en muchas partes del mundo,
principalmente en el Medio Oriente, sino también en algunos países de Asia y
África.
El secularismo militante en Europa tiene una larga
historia que se remonta hasta la época de la Revolución Francesa. Pero sólo en
el siglo XX en tan llamado bloque socialista la infidelidad fue elevada al
nivel de la ideología del Estado. En cuanto a tan llamados países capitalistas,
ellos preservaron en gran medida las tradiciones cristianas que habían formado
su identidad cultural y moral.
Hoy en día, estos dos mundos como que intercambiaron
papeles. En varios países de la antigua Unión Soviética, en particular en
Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, se lleva a cabo el renacimiento
religioso sin precedentes. En la Iglesia Ortodoxa Rusa, durante los últimos 25
años, han sido construidos o reconstruidos sobre las ruinas más de 25.000
templos. Esto significa que han sido abiertos 1.000 templos al año, 3 templos
al día. Han sido abiertas más de 50 escuelas religiosas, cerca de 800
monasterios, cada uno de los cuales está lleno de monjes o monjas.
En general, en varios países de Europa Occidental se
registra la disminución constante del número de feligreses, la crisis de
vocaciones, el cierre de los monasterios y templos. La retórica de muchos
políticos y figuras públicas es cada vez más anticristiana, ellos hacen un
llamamiento a la completa exclusión de la religión de la vida pública, al
abandono de las normas éticas fundamentales, comunes para todas las tradiciones
religiosas principales.
La batalla entre la ideología religiosa y la secular
hoy en día se lleva a cabo no sólo en las aulas académicas o en los periódicos.
Y el tema del conflicto no se limita con la cuestión de creer o no creer en
Dios. Hoy en día, la confrontación llegó a un plano completamente diferente y
cubre los aspectos básicos de la vida cotidiana.
El secularismo militante atenta no sólo contra los
santuarios y símbolos religiosos, reclamando su eliminación del espacio
público. Una de las principales direcciones de su actividad es la destrucción
deliberada de los conceptos tradicionales del matrimonio y la familia. Un
testimonio de ello es que se declara la igualdad entre las uniones homosexuales
y el matrimonio y el derecho de adopción de niños por parte de las parejas del
mismo sexo. Desde el punto de vista de la Enseñanza Bíblica y los valores
morales cristianos tradicionales, es un testimonio de una profunda crisis
espiritual. El concepto religioso del pecado de destruye terminantemente en las
sociedades que hasta hace poco se identificaron como las cristianas.
El hecho especialmente alarmante es que en este caso
no se trata sólo de la opción ideológica o ética. Con el pretexto de la lucha
contra la discriminación, en varios países se introducen los cambios en la ley
de la familia. En los últimos años, la convivencia entre personas del mismo
sexo fue legalizada en algunos estados de los Estados Unidos, varios países de
América Latina, en Nueva Zelanda. Este año las uniones homosexuales han
obtenido el estatus de “matrimonio” legal en Francia, Inglaterra y Gales.
Seamos realistas: los países que han reconocido
legalmente las uniones del mismo sexo como un tipo de matrimonio, dan un paso
importante hacia la deconstrucción del mismo concepto del matrimonio y la
familia. Y al mismo tiempo en muchos países históricamente cristianos la
familia tradicional está pasando por una grave crisis: el número de divorcios
crece, la tasa de natalidad cae drásticamente, la cultura de la educación
familiar degrada, por no hablar de la prevalencia de relaciones
extramatrimoniales, el aumento del número de abortos y de los huérfanos con
padres vivos.
En lugar de fomentar activamente los valores
tradicionales de la familia y apoyar la procreación, no sólo económicamente,
sino también espiritualmente, en el centro de la atención pública se pone la justificación
de la legalidad de las “familias del mismo sexo” con los niños. El resultado es
la erosión y el cambio de los roles sociales tradicionales. Se cambia
radicalmente la idea de los padres, el padre y la madre, del principio
masculino y el femenino. Una madre pierde a su eterno papel de ama de casa y el
padre pierde el del hombre, mentor que enseña a los niños el sentido de la
responsabilidad social. La familia en su sentido cristiano se destruye, y en su
lugar vienen los términos impersonales de “padre del número uno” y “padre
número dos”.
Todo esto no puede sino tener
las consecuencias adversas para la educación de los niños. Los niños que crecen
en familias con “dos padres” o “dos madres” desde inicio tienen puntos de vista
sobre los valores sociales y éticos distintos de los de sus coetáneos de las
familias tradicionales.
Una de las consecuencias directas del
replanteamiento radical del concepto de matrimonio es una grave crisis
demográfica que, si se mantienen estos enfoques, no hará sino aumentar. Los
políticos que empujan a los países del mundo civilizado a un abismo
demográfico, de hecho, firman una sentencia de muerte a sus propias naciones.
¿Cuál debería ser la respuesta de las iglesias
cristianas? Estoy profundamente convencido de que la respuesta debe estar
basada en la Revelación Divina, ya que había sido transmitido a nosotros en la
Biblia. La Sagrada Escritura es el terreno común que une a todas las
denominaciones cristianas. Podemos variar significativamente la interpretación
de la Sagrada Tradición, pero tenemos una Biblia, y la enseñanza moral está
descrita claramente allí. Por supuesto, nos diferenciamos en la interpretación
de algunos textos bíblicos cuando ellos permiten diferentes interpretaciones.
Pero muchas cosas en la Biblia son muy claras, salen de la boca del Mismo Dios
y siguen siendo relevantes para todos los siglos posteriores. Entre estas
expresiones divinas están muchos mandamientos morales, incluyendo los
relacionados con la ética familiar.
Oponiéndose a cualquier forma de discriminación, la
Iglesia, sin embargo, tiene que defender la concepción cristiana tradicional
del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, cuya misión más
importante es tener y criar hijos. Es esta comprensión del matrimonio que
encontramos en las primeras páginas de la Biblia, en la historia de la primera
familia humana. La misma concepción del matrimonio encontramos en los
Evangelios y Epístolas Apostólicas. La Biblia no conoce otras formas del
matrimonio, y la cohabitación de personas del mismo sexo considera como pecado.
Desafortunadamente, no todas las iglesias cristianas
hoy tienen valentía para defender los ideales bíblicos contra la moda, contra
la ideología secular predominante. Algunos grupos cristianos desde hace tiempo
están en el camino de la revisión de la enseñanza moral, cuyo objetivo es
hacerla en sintonía con las tendencias modernas.
A menudo se dice que las diferencias sobre cuestiones
teológicas y éticas están relacionadas con la división de los cristianos en los
conservadores y los liberales. Estamos totalmente de acuerdo, ya que en varias
comunidades cristianas se lleva a cabo la rápida liberalización de la ética
religiosa, por regla general, bajo la influencia de los procesos que tienen
lugar en la sociedad secular. Al mismo tiempo, el testimonio de las Iglesias
Ortodoxas no se puede reducir al conservatismo. La fe de la Iglesia Antigua que
nosotros, los ortodoxos, profesamos no puede estar determinada desde el punto
de vista del conservatismo y el liberalismo. Nosotros profesamos la Verdad de
Cristo que no se cambia nunca, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y
siempre (Hebreos 13:8).
No se trata del conservatismo, sino de la fidelidad
a la Revelación Divina contenida en la Sagrada Escritura. Y si tan llamados
cristianos liberales rechazan la concepción tradicional de las normas morales,
eso significa que nos enfrentamos a un problema grave de nuestro testimonio
cristiano común. ¿Podemos llevar este testimonio, si estamos profundamente
divididos en temas de la enseñanza moral que tiene la misma importancia para la
salvación que la doctrina?
A este respecto me gustaría decir sobre la vocación
profética de la Iglesia. Recuerdo las palabras del Arcipreste Alexander
Schmemann quien dijo que el Profeta no sólo predice el futuro. Recordando del
sentido profundo de la profecía, Schmemann escribió: “La esencia de la profecía
consiste en el don de la proclamación a las personas de la voluntad de Dios que
está escondida de la vista humana en los acontecimientos de la vida y la
historia, pero está abierta a la visión espiritual del profeta” (Credo,
18).
A menudo hablamos de la voz profética de las
iglesias, ¿pero realmente nuestra voz es tan diferente de la voz y la retórica
de los medios de comunicación seculares y de las organizaciones no
gubernamentales? ¿Tal vez una de las tareas más importantes de la CMI es
reconocer la voluntad de Dios en la situación histórica contemporánea y anunciarla
al mundo? Este anuncio, lo más probable, causará malestar para los poderosos.
Sin embargo, renunciando a este anuncio, traicionamos a nuestra vocación y, en
fin, al Mismo Cristo.
En la situación actual, cuando en muchos países y
regiones del mundo se llevan a cabo los procesos del renacimiento religioso,
pero al mismo tiempo el secularismo agresivo y el ateísmo ideológico levantan
la cabeza, el Consejo Mundial de Iglesias tiene que encontrar su propia voz,
clara para las sociedades modernas, que podría proclamar las verdades eternas
de la fe cristiana. Hoy, como siempre, estamos llamados a ser mensajeros de la
Palabra de Dios, la Palabra que tiene vida y poder. Es más aguda que
cualquier espada de dos filos (Hebreos 4:12); la Palabra que no está
encadenada (2 Timoteo 2, 9). Sólo de esta manera seremos capaces de atraer
nuevas almas a Cristo, a pesar de la resistencia de las malignas fuerzas
espirituales del cielo (Efesios 6:12).
Voy a decir sobre el segundo desafío global para
todo el mundo cristiano, el del radicalismo religioso, especialmente, del
islamismo radical. Uso este término con una clara conciencia de que el
islamismo no es idéntico al islam, y en muchos sentidos es opuesto a él. El
islam es una religión de paz, capaz de coexistir con otras tradiciones
religiosas. Un ejemplo de esto es la experiencia multisecular de la
coexistencia pacífica entre cristianos y musulmanes en Rusia. El islamismo
radical, también conocido como wahabismo o salafismo, es una tendencia en el
mundo islámico, cuyo objetivo es el establecimiento del califato islámico en
todo el mundo sin ningún lugar para los cristianos.
No voy a tocar las causas de la aparición y el
rápido crecimiento de este fenómeno. Permítanme decir que en los últimos años
la persecución de los cristianos creció muchísimo. Según las organizaciones de
derechos humanos, cada cinco minutos un cristiano en el mundo muere por la fe,
cada año más de 100.000 cristianos mueren violentamente. Según los datos
publicados, hoy en el mundo no menos de 100.000.000 de cristianos son victimas
de la discriminación y la persecución. Recibimos la información sobre la
opresión de los cristianos en Irak, Siria, Egipto, Sudán, Afganistán, Pakistán
y muchos otros países. Nuestros hermanos y hermanas son asesinados, expulsados
de sus hogares, separados de su familia y amigos, privados de su derecho a
profesar su religión y criar a sus hijos de acuerdo con sus creencias
religiosas. Los cristianos son la comunidad religiosa más perseguida en el
planeta.
Desafortunadamente, la discriminación contra las
minorías cristianas ya no puede ser tratada como los incidentes separados, ya
que en algunas regiones del mundo ella adquiere el carácter de una tendencia
sostenible. Como resultado del conflicto en Siria se multiplican los asesinatos
crueles de los cristianos, se están destruyendo los templos y santuarios. Los
coptos, habitantes autóctonos de Egipto, hoy son objeto de ataques y masacres,
muchos de ellos se ven obligados a abandonar su país. La comunidad
internacional no toma medidas que podrían, al menos en algo, corregir la
situación.
El radicalismo religioso está creciendo no sólo en
los países con población predominantemente musulmana. Se debe prestar atención
a la situación en la región de Asia, donde se lleva a cabo la Asamblea. En esta
región desde hace más de 300 años las comunidades cristianas, gracias a
esfuerzos de los misioneros, están creciendo y desarrollándose. Según los
expertos, en los últimos diez años, el nivel de la discriminación de los
cristianos en la región se ha multiplicado varias veces. En particular, la
situación en la India es desfavorable. En este país la violencia contra los
cristianos, principalmente por parte de los radicales hindúes, está creciendo
muy rápido. La gran preocupación provoca la situación de las comunidades
cristianas en Indonesia, donde en los dos últimos años aumentó
significativamente el nivel de la agresión contra los cristianos. Los informes
de la discriminación contra los cristianos vienen también de otros países
asiáticos.
Hoy en día, debemos darnos cuenta de que una de
nuestras tareas más importantes es proteger a los hermanos y hermanas
perseguidos en diferentes partes del mundo. Esta tarea requiere soluciones
urgentes, para eso hay que utilizar todas las herramientas posibles,
diplomáticas, humanitarias, económicas y otras. El asunto de la persecución de
los cristianos debe ser considerado en el contexto de la cooperación
inter-cristiana. Sólo con dinámicos esfuerzos comunes podríamos ayudar a
nuestros sufrientes hermanos y hermanas en Cristo.
La Iglesia Católica Romana trabaja mucho en este
campo. Hay organizaciones cristianas que monitorean la situación y recogen
ayuda caritativa para los cristianos necesitados. Nuestra Iglesia también está
involucrada en este trabajo. Creo que van a ser útiles las conferencias
conjuntas, el intercambio de información y experiencias entre las
organizaciones cristianas de derechos humanos que se ocupan de este asunto.
Los derechos de los cristianos pueden ser
garantizados sólo mediante el mantenimiento de un diálogo entre las comunidades
religiosas, tanto a nivel nacional como internacional. Por eso una de las
direcciones importantes de la actividad del CMI es el diálogo interreligioso.
Estoy convencido de que debemos prestar más atención al desarrollo de la
colaboración profunda y comprometida con las religiones tradicionales,
especialmente con el islam.
El Consejo Mundial de Iglesias ya intenta de llamar
la atención al asunto de la persecución de los cristianos. Uno de los ejemplos
es la consulta entre cristianos y musulmanes sobre “La presencia y el
testimonio cristiano en el mundo árabe”, organizada por el CMI en enero de 2012
en el Líbano, y la conferencia sobre la persecución de los cristianos que tuvo
lugar en el Líbano en mayo de este año y contó con la presencia del Secretario
General del CMI. También me gustaría destacar el trabajo realizado por el
Consejo con el fin de reducir el nivel de la tensión en Siria, evitar una mayor
escalada del conflicto, evitar la intervención militar desde el exterior.
En cuanto a los confesores del cristianismo, el
Apóstol Pedro dijo: Al contrario, alegraos de tener parte en los
sufrimientos de Cristo, para que también os llenéis de alegría cuando su gloria
se manifieste (1 Pedro 4:13). Recordando estas palabras, deseamos
oracionalmente que el Señor Misericordioso de la alegría y el consuelo a los
dolientes y perseguidos. Que ellos, al sentir la ayuda y compasión por parte de
sus hermanos y hermanas en Cristo distantes geográficamente, pero cercanos
espiritualmente, encuentren la fuerza, por la gracia de Dios, seguir yendo por
el camino de la lealtad firme a la fe.
Para terminar, me gustaría dar las gracias sinceras
a las comunidades cristianas en Corea del Sur por su hospitalidad y la
excelente organización de un foro tan grande. La Iglesia Ortodoxa Rusa empatiza
con el pueblo coreano en su búsqueda de la unidad, apoya con oración y
quehaceres a los procesos de superación de las tensiones entre los dos países
en la península de Corea.
A todos nosotros, participantes de la Asamblea,
quiero desear la ayuda de Dios en las obras conjuntas y las que cada uno de nosotros
lleva en sus iglesias y comunidades. Que nuestro testimonio sea causa de la
palabra de la verdad que el mundo necesita tanto hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario